Caput XVIII: De diversis inter iuvenes Amorem qærentes

Addixti servum nummis here mille ducentis,

       Ut bene cenares, Calliodore, semel.

Nec bene cenasti: mullus tibi quattuor emptus

       Librarum cenae pompa caputque fuit.

Exclamare libet: «Non est hic, inprobe, non est

       Piscis: homo est; hominem, Calliodore, comes».

Ayer vendiste un esclavo por mil doscientos sestercios para cenar bien una sola vez, Caliodoro. No cenaste bien. Un salmonete de cuatro libras que te compraste fue la pompa y el plato fuerte de tu cena.  Dan ganas de gritar: “¡Esto no es un pez, tragón, no lo es! Es un hombre! ¡Te estás comiendo un hombre, Caliodoro!”.

(Marcial, Epigramas, L. X, 31)

VEIOVIS Y SILVIAS dieron oportunidad esa primera semana a Khnemu en su vida común. Es cierto que la vida de ambos no era tan íntima como es lo habitual, porque les daba lo mismo quien estuviera delante, nada les impedía besarse, tocarse. La primera vez que se pusieron en actitud para iniciar un acto sexual entre ellos delante de los demás en el patio exterior se encontraba Numerius allí y se acercó discretamente donde estaban ellos para mandarlos al campo o a su dormitorio. No se encontraba allí Aulus y tuvo que actuar Numerius. Luego los llamó y les explicó por qué no debían hacer delante de los demás sus relaciones íntimas. Como quiera que fuese, todo el mundo los había visto por cualquier parte follando entre sí. El día que Aulus, después de escuchar quejas de algunos, los convocó para explicarles, la respuesta de Veiovis fue rotunda.

— No entiendo por qué no esté bien para nosotros, pero para ti sí, porque tú te follaste a tu propia madre delante de todos.

— Y no sabéis cuánto me pesa haberlo hecho, al querer dar una lección di un mal ejemplo. Hoy no lo haría. Mi madre y yo nos hemos perdonado, pero por culpa de esa mala acción mía no nos tenemos confianza entre nosotros. Hacemos como si lo hubiéramos olvidado, pero está ahí. No tengáis que arrepentiros vosotros cuando los demás tomen un concepto equivocado de vosotros, porque corregir esos comentarios es muy difícil y si son pensamientos es imposible. Haced lo que queráis entre vosotros pero en vuestro dormitorio. Delante de los demás, nunca; y si no queréis que os tomen por bestias animales tampoco en el campo, a no ser en Saturnales o en algún momento que tengáis la certeza, por estar lejos, de que estáis solos. La expresión sexual de vuestro amor es cosa vuestra, a nosotros nos basta veros juntos, alegres y que manifestáis vuestro amor con ayuda mutua, caricias y el ciertos momentos besos como en las despedidas, abrazos en encuentros después de una ausencia de varios días o porque recibís un premio, cuando algo os ha salido bien. Si cuando nos juntamos, todos hiciéramos lo mismo esta casa parecería una casa de putos y putas. Los que amamos a hombres debemos comportarnos como los que aman a mujer, que no somos tan diferentes como a veces nos creemos.

Aceptaron de buen grado la amonestación. Pero había que poner en las circunstancias actuales un poco más de atención a Khnemu, para que no surgieran los celos en una pareja joven que nos revolviera la colmena. Y tomé el propósito de llevarme a Khnemu a los baños. Lo hablé con Numerius y me sugirió que comenzara cuando él saliera de viaje a Roma y a Mediolanum (103). Y esperé quince días, en los que me iba a los baños de Nemi (104) acompañado de Numerius, como era nuestra costumbre.

Durante esos quince días procuré que Khnemu estuviera muy ocupado haciendo ejercicios gimnásticos bajo la dirección de Tulius Europus Lentianus, el cual lo aficionó de modo que continuamente estaba ejercitándose. Eso le dejaba tan extenuado que me pidió dormir aparte en una habitación. Dispuse momentáneamente que lo hiciera en mis estancias, en la habitación que había dejado Nuceria al ponerse a vivir en las estancias destinadas para los padres de Tamar, que es lo que dispuso Numerius.

Había que dar espacio para que los siervos vivieran con más amplitud y mandé construir mi vivienda en una torre al lado de la casa de Numerius. La torre sería circular. A la altura del segundo piso mandé diseñar un pasadizo desde la casa de Numerius a la torre. Sería la primera torre de una muralla tal como la había dibujado en su conjunto y ya lo tenía el maestro de la obra.

Dos días a la semana participaba en los juegos de entrenamiento a espada. Entre los muchachos y todos los custodios la emprendían conmigo en plan de juego. Cuando uno entrena desde pequeño, como fue mi caso, asume un estilo. Aunque Tulius era imbatible por su experiencia Bélica en la Legión, siempre decía que yo era costoso de batir, no obstante tener un estilo con mucha floristería, que no era tan útil en campaña pero grato en las demostraciones. En grecorromana no me podía batir, pero yo quedaba hecho cisco. Con la espada yo mismo temía a Tulio, porque nunca sabía si había perdido la noción de entrenamiento, parecía estar en el campo de batalla frente al enemigo. En cierta ocasión me derribó y se abalanzó con la espada por delante contra mi cuello. Me revolqué por el suelo rodando y la espada dio tan fuerte en el piso de piedra que la rompió. Si no hubiera rodado por el piso ya no estaría escribiendo esto. Estuvo dos días sin aparecer y tuve que ir a buscarlo, lo encontré «deiectus vitam suam detestans»(105). Tuve que animarlo mucho para que considerara el accidente como una ocasión para olvidar los horrores de la guerra. Cuando notó que no le guardaba ningún rencor, le invité a bañarse en la cascada. Veiovis estaba en la puerta de la estancia preocupado por mí. Le dije que entre todos los luchadores subieran algo de comida para todos y un buen vino. Fuimos hablando para animarle y llegando allí nos echamos al aguas. Estaba con desgana de nadar, pero se refrescaba con el agua. Cuando ya estábamos vistiéndonos, venían todos cuesta arriba con las viandas. Todos lo saludaron y lo elogiaban por lo bien que les preparaba. Verlos a todos a su alrededor descubrió que era muy estimado sin tenerle en cuenta sus exigencias. La verdad es que era bueno enseñando, un maestro en todas las artes marciales griegas y romanas. El talante de Tulio cambió desde ese día. Entendió que lo estimábamos más por ser un maestro más que por ser un soldado. No hubo nunca más ningún accidente y me alegro que le ocurriera conmigo para que a nadie le quedara ningún rencor. Tampoco quedó ningún temor. En el espacio de tres meses le pregunté en dos ocasiones cómo estaba. Me contestó:

— Algunas veces en los entrenamientos me convertía en un legionario, pensaba como quien está en el frente ante el enemigo; con vuestra paciencia y confianza ahora en mi pensamiento tengo presente que delante están unos amigos a los que enseño cómo defenderse y cómo atacar al enemigo.

La segunda vez, me decía más o menos lo mismo y añadió:

— Mi esposa está en cinta, ¡lo he conseguido, Aulus, lo he conseguido!

— Has vencido, Tulio, has vencido al enemigo que había en ti. Mi regalo para cuando nazca tu hijo es una parcela de terreno donde podrás construirte una casa y tener un campo para sembrar lo que desees. Si quieres construir tu casa ahora, no esperes a tener dinero. Haces una parte cómoda para poder vivir que yo te regalo eso; y si lo deseas más adelante amplías.

— Me pones las cosas fáciles, Aulus, ¿qué piensa Numerius eso de darme tierra y casa?

— No sé qué piensa, pero él es quien me lo ha sugerido; no queremos que te vayas. Te queremos entre nosotros, por eso te concedimos la niña más bonita y delicada de cuantas hay en la Villa, además de ser muy laboriosa.

Pasaron las dos semanas y fui a despedirme de Numerius que viajaba a Roma y Mediolanum. Tomamos una copa de vino e hice llamar a Khnemu para que se despidiera de Numerius. Este le dijo:

— Te encomiendo lo mejor que tengo, es mi amigo, mi hermano y mi amante. Acompáñalo a donde quiera que vaya, no le dejes nunca solo ni de día ni de noche. Si te pide una cosa, dásela; si te pide que duermas con él, hazlo; sé su compañía, su alegría y su ayudante. Cuando regrese yo, si lo veo contento, te lo recompensaré.

— Sí, haré lo mejor que pueda todo eso.

— No harás lo mejor que puedas, has de poder hacer lo mejor.

— Sí puedo hacer lo mejor para él.

— Ahora corre y saca su carro, está preparado.

— Pero yo…, sí, voy enseguida.

Se fue corriendo, era la primera vez que iba a sacar de las cuadras el carro con dos caballos.

— Me parece que lo has asustado.

— Está dentro Silvias para ayudarle a sacarlo, se hará el despistado hasta que le pida cómo hacer, pero tú no lo sabes ni te vas a enterar para que él vaya teniendo confianza.

Salió con el carro como si lo hubiera hecho siempre. Consiguió frenar a los caballos y mantenía perfectamente las riendas. Subió Numerius a su carro con su ayudante y me dijo:

— ¡Que tengas suerte! Acuérdate que mañana debe llegar Delvyn, ya lleva mucho retraso.

— ¡Cuídate!, —le dije al tiempo que dando un salto me puse junto a él y nos dimos un fuerte abrazo y unos besos.

— No te olvides de visitar a Tamar, —me susurró al oído.

— No me olvidaré, que ya está muy grávida, —le dije.

Yo pensaba que ya nos hacíamos mayores y teníamos mucha responsabilidad sobre una extensa familia.

— ¿Podrás sacar el carro hasta el camino ancho?, —pregunté a Khnemu.

— No, que podría accidentarte, conduce tú y yo me voy fijando.

— Pon tu espada junto a tu pierna derecha.

— ¿Nos van a asaltar?, —preguntó.

— No; en este camino no, pero cuando hagas uno mas largo, podría ser que sí, no siempre los caminos son seguros. Ti espada junto a tu pierna, ata ahí la vaina.

Salimos de la Villa y entramos en el camino ancho.

— ¿Dónde vamos?

— Nuestro programa de hoy es ir a los baños, allí nos bañamos alternando con agua caliente y fría, luego nos darán un masaje completo a cada uno, tras recibir un perfume de flor de loto egipcio iremos a comer, compraremos unas cosas para llevar a casa y regresamos. ¿Te gusta?

— Eso pinta bien.

— ¿Qué pinta bien?

— Todo, pero me ha gustado eso de perfumarnos con flor de loto.

— Hoy con flor de loto en honor a ti, en otras ocasiones será con rosas u otras flores.

— ¿Es que vendremos en más ocasiones?

— Dos veces por semana. Mañana no vendremos pero al día siguiente o al otro vendremos con Delvyn.

— ¿Quien es Delvyn?

— Debes conocerlo…, ha ido varias veces a Alejandría.

— ¡Ah! Mi padre no me dejaba mostrarme a los romanos. Ahora contigo ha sido excepcional, porque le interesaba enviarme contigo, ya no sabe qué hacer conmigo.

— ¿Tan mal te portas?como no va a saber qué hacer contigo…, eres gracioso. Pues aquí te estás portando muy bien.

— Es que aquí hay libertad.

— Ja, ja, ja…, esto sí que está bueno…, ¿no tenías libertad en Alejandría?

— No; no podía tener amigos, tenía muchas madres, una para cada cosa, me enamoré de un esclavo y mi padre lo mandó matar. No, no tenía Libertad.

— Pero tu padre tiene un amante…

— ¿Uno? Mi padre tiene más de veinte amantes varones y todas esas mujeres que tú has visto, pero me dice que yo no debo ser un effeminatus y me hace la vida imposible.

— Tampoco a mí me va a parecer bien que seas muy effeminatus, ni delicatus. Pero sí te gustan más los hombres que las mujeres…, vita tua tua vita (106). Mira, atiende esto para que no te hagas un lío. Mi amor, mi único amor es Numerius. Quiero a mi hermana y ahora la necesito, porque la Familia necesita que yo tenga heredero, mi hermana me da los hijos, me los cría y me los educa en el cariño que yo nunca tuve., me gustan los hombres y me atraen todos si son limpios. Me gusta el placer, pero tengo un deber con mi familia y no puedo malgastar el dinero en amantes, lujuria y placer. El dinero no es mío, todos trabajan para que yo gane dinero, luego ya no es todo ni solo mío, es de todos. Yo tengo mi parte y de esa puedo hacer lo que quiera con moderación para no crear deudas. Eso se llama responsabilidad.

— Todo eso que me dices, Aulus, lo entiendo y me parece supremo, pero yo soy hijo, y mi padre me trataba como a sus esclavos, todo impuesto, sin explicarme para que lo entienda y lo haga con ganas. Mi padre es impositivo y si se equivoca no reconoce su error.

— Escucha, Khnemu, tu padre es amigo mío por nuestros negocios, yo no debo censurar a tu padre, un día lo perderás y entonces lo necesitarás. Yo puedo darte la posibilidad de que recibas una educación casi castrense para que puedas defenderte o al menos descubrir las jugadas de tus enemigos; puedo hacer que te enseñen la filosofía de los mejores maestros griegos; puedo hacer que tengas la libertad de que vivas tu vida, e incluso puedes ejercitarte discutiendo mis opiniones, excepto cuando se trate de una orden para todos. Las órdenes que yo doy son pensadas y discutidas entre mis consejeros y a veces preguntamos a los interesados, por eso no se discuten. En lo demás puedes decir cosas ilógicas y sin sentido, pero solo tú a tí mismo te desacreditarás ante los demás. Piensa siempre antes de hablar en público.

— ¿Ves? Esto es lo que me gusta a mí, saber para acertar y no ser ignorante.

— Vas por buen camino. Ya estamos cerca y hay un tramo recto, quiero que cojas las riendas. Yo estaré de pie detrás de ti para corregir si es necesario.

Llegamos sin contratiempos y para frenar los caballos le tomé sus manos sin quitarlas de las riendas y luego le enseñé a desuncirlos de la carreta y dejarlos libres en un campo para ellos. Por un módico precio comen, beben y se relajan. Vio que yo besaba y acariciaba los caballos y quiso hacer lo mismo, pero los caballos no se dejaron besar.

— ¿También son tus amantes?, —preguntó Khnemu.

— En cierto modo sí, me aman y los amo, los respeto y me tratan bien.

Luego entramos a los baños, me saludé con el dueño. Fuimos a desnudarnos y dejamos la ropa de los dos en un solo sitio. Nos metimos en una de las pozas mientras hablábamos. Khnemu estaba muy excitado y le dije que se metiera de inmediato en el agua fría. Lo hizo, me sonrió y al rato le dije que pasemos al agua caliente. Llegó un sirviente para lavarnos y fuimos los dos a una poza menor y allí nos dejamos lavar con las espátulas. No teníamos tanta suciedad porque nos remojamos de vez en cuando en la cascada, pero ellos lo quitan mejor. A continuación llegó el turno del afeite y pedí que lo quitara todo, excepto la cabeza que lo quería muy corto. Khnemu me preguntó:

— ¿Puedo dejar que me afeite la cabeza?

— Como gustes.

— ¿Puedo también…?, —señalaba con el índice sus genitales— es que me produce calor…, y quiero quedar totaliter vulsus (107).

— Mientras no te hagas ningún daño, que nos afectaría mucho, tu cuerpo es tuyo y lo arreglas como mejor te parezca.

— Domine, los vulneraría (108) preguntan si van a pasar por allí, —dijo un siervo  de los baños.

— Diles que yo ya he acabado y voy enseguida y que avisen a los unguentarii (109).

No tardé en ir al piso superior y me tumbé en la mesa boca abajo. El masajista comenzó por mi espalda. Me encontró tenso y trabajó en los músculos amasándolos con sus aceites y manos. Pasó luego a mis piernas y de allí a mis nalgas que no se entretuvo mucho. A su señal, me di la vuelta y puso sus manos en mis pectorales, en ese momento llegaba Khnemu.

— Túmbate en esa mesa. Al punto llegó otro masajista y comenzó con Khnemu. Cuando acabó el pecho pasó al abdomen y preguntó:

— Dómine, ¿completo como siempre?

— Sí, completo.

— ¿Al joven también?

— Sí también.

— Eutropios, ¿escuchaste?

— Sí, al chico completo.

— Antes de darle la vuelta lo excitas delicadamente.

Filippo que me atendía es un maestro, siempre me hace la masturbación con su boca y me hace gemir, suspirar, ese día, debió ser por Khnemu, a quien vio por primera vez, se esmeró y yo gemía fuerte, y Khnemu dobló la cabeza de cara a mí. Fue entonces cuando Eutropio le comenzó a sobar el agujero del culo y metía sus dedos. Por los suspiros entendía que lo estaba disfrutando. Por mi parte, me corrí en la boca del maestro masajista y no dejó caer nada sobre mi cuerpo. Se limpió sus más de mi semen y me limpió bien mi polla. Siguió el masaje en el abdomen y excitaba mi polla de modo que al acabar volvió a masturbarme con sus manos y un linteum (110).

Pasé a la perfumería para recibir una incensación de rosas y un ungüento por todo mi cuerpo hecho con for de loto. Llegó Khnemu feliz. Se le notaba por la expresión de su rostro, cabeza en alto, ojos como antorchas luminarias, mostraba sus blancos y relucientes dientes y, al sentarse a mi lado para recibir el incienso de rosas, me miró y antes de hablarme tragó la saliva de su boca.

— ¡Ya está!

— ¿Y?

— Estos superan a los de Alejandría en todo.

— Aquí vienen a pasar el verano lo mejor de Roma y estos vulnerarii son sabios, médicos, magos, no son aficionados.

Y bajando la voz casi inaudible me dice:

— Mira que roja está, aún siento un temblor en todo mi cuerpo y sin tocarla se me está levantando.

— Domine, podemos calmar al joven si desea salir a la ciudad.

— ¿Cómo?

— Han venido a avisar que sus caballos están uncidos y esperando, es la hora sexta; el joven tiene una ereccion con la que no debe salir a la calle, le explotará de un momento a otro.

— ¿Qué dices?

— Que estoy muy excitado…

— Prepara lo que sea necesario, —le dije al unguentarium.

Le dio una hierba para que la masticara, lo reclinó sobre la mesa y se dispuso a darle una mamada que no cesó hasta que el muchacho eyaculó. Se incorporaron los dos y se encontraba bien, sosegado y tranquilo.

— ¿Que había pasado?, —pregunté.

— Algo muy común. El vulnerarius que lo atendía no sabía que se iba y le hizo al joven un masaje que se suele hacer a los jóvenes que se quedan algunas horas por aquí, para que estén todo el tiempo calientes. Disculpe el señor la confusión. Le ha metido por el culo unas bayas excitadoras, pero no hay problema con la hierba que ha masticado anulará el poder de las bayas y con la masturbación ya estará sereno al menos por unas horas hasta que la naturaleza expulse todo.

— Bonita experiencia para ser la primera vez que vienes, ¿no te parece, Khnemu?

— Ha sido una pena que nos tengamos que marchar, esperaba que tú…

— Aquiétate, que la noche es larga.

— ¿Qué pasa esta noche?

— ¿Que te dijo  Numerius antes de despedirnos?

— ¡Ah, sí, ahora entiendo… Tengo que cuidar de ti.

— Nos cuidaremos los dos uno al otro, ya verás qué bien estaremos. En tres días venimos otra vez, ya está anotado, seremos tres.

— ¿Tres?

— Hoy o mañana llega Delvyn de la Galia, ha partido desde Massilia, está visitando unos amigos de Sardinia y espero que no lo retengan más de lo que desea el propio Delvyn, aunque son muy buenos amigos nuestros. Atiende a lo que te digo. A este Delvyn lo quiero como a un hermano, no le tengas envidia para nada. Él no quita lo que debo dar a alguien, solo que en su vida ha apostado por mí con una fidelidad tal que merece lo que yo pueda hacer por él. Nunca me pide nada para sí, siempre está a favor de lo que necesitan los demás y sigue mis ideas y pensamientos como suyos. Yo os estimo a todos, no igual, sino a cada uno como necesita ser amado y los dioses me conserven siempre este ánimo.

— ¿Tú crees en los dioses?

—No, tengo bastante con creer en los hombres, hay demasiados dioses para creer en ellos.

— ¿Por qué, pues, los invocas?

— Los invoco por la fuerza de la costumbre, pero solo pienso en uno, lo que invocamos son fuerzas divinas, pero solo hay un Dios eterno, el hacedor de todas las cosas, el Dios escondido, al que lo hombres somos incapaces de conocer más que por el reflejo de las cosas naturales, solo así vislumbramos una aproximación de lo que es Dios.

— Me dejas sin palabras para contestarte.

— Así estoy yo ente la divinidad, no tengo palabras para decir de Dios algo que valga y sea seguro, nuestras historias de dioses y diosas son incultas, bárbaras, salvajes. Roma acepta todos los dioses de los pueblos conquistados y eso es una pobreza en nuestra cultura, no quiero dioses que se pelean entre sí y no pueden defender a los pueblos que los adoran. El dios de mi pensamiento, el que no puedo expresar con mis palabras, no se pelea. Quien ha hecho cosas tan buenas y extraordinarias como toda la naturaleza ha de ser bueno y extraordinario, no tan vulgar como los nuestros. Yo no soy Dios y he cometido maldades y cometeré más por egoísmo, pero quien nos ha dado este mundo bueno ha de ser bueno. Pero dejemos de hablar de lo que no sabemos que tenemos mucho por hacer antes de regresar a la Villa.

Se acabó la cena y las mujeres estuvieron tomando la serena de la noche que, gracias a la brisa que soplaba no dejaba posarse a los culicex (111). Los más jóvenes se fueron al cerro y algunos a la cascada. Le pregunté a Khnemu, dado que estaba a mi lado con cara seria, si quería irse con los demás.

— Estoy cumpliendo gustosamente con mi deber, diles a Veiovis y Silvias que vayan y disfruten, sé que te han preguntado por mí mediante señas.

— Ve tú y respóndeles.

— Ven conmigo.

Nos acercamos a donde estaban y les dijo:

— Id vosotros y disfrutad del agua, nosotros ya lo hicimos esta mañana, ahora necesito que Aulus me explique algunas cosas que no acabo de entender, pero mañana iré con vosotros.

Se fueron y le dije:

— Lo has hecho muy bien. No les falles mañana.

— Entiendo que si mañana llega el tal Delvyn tendrá mucho que despachar contigo y yo estorbaré.

— No; no estorbarías, porque no tenemos secretos, pero haces bien de no perder amigos. Ahora vamos a descansar tumbados en la cama y ahí hablamos un poco más.

Fuimos al dormitorio, nos despojamos de toda la ropa y nos tumbamos en la cama uno cara al otro. Yo le miraba fijamente a sus ojos y descubrí que quería hablar de algo que llevaba escondido.

— Empieza a hablar.

— ¿De qué quieres que te hable?

— De eso que tanto te cuesta y que necesitas sacar. Yo me callo, escucho y tú me cuentas como quieras, no quiero una novela sino la verdad.

— Hace tiempo que te quería contar esto…

— Sin introducciones, al asunto, te voy a comprender.

Y comenzó a narrar pausadamente.

«— Caminaba yo con Issey mientras regresábamos de la casa de nuestro maestro, como hacíamos casi todas las tardes al finalizar nuestras lecciones. Nos quitábamos la túnica y caminábamos a pecho descubierto y con subligar. Parecíamos unos pobres y unos desordenados, las sandalias y los pies llenos de arena.

»Issey era tímido y de buen comportamiento, ponía atención en las lecciones y su menudo cuerpo sugería una aversión crónica a los juegos. Yo, en cambio, era sociable pero desordenado, me gustaba llamar la atención entre los chicos, ioculari amabam et iocularia eroticis dicteriis fundere (112), Issey era mi campeón gustaba de la lucha, los juegos, incluso deportes peligrosos como nadar en el Nilo donde había corrientes, lo cual se evidenciaba en su trabajado cuerpo, haciéndole muy popular entre las chicas.

Aunque éramos muy distintos, nos hicimos amigos desde la primera vez que nos vimos y hablamos, y desde entonces frecuentábamos nuestras casas y nuestros padres estaban contentos porque nos ayudábamos a estudiar.

— ¿Vas a ir a la fiesta de Diana?, —le pregunté de repente.

— No lo sé.

— Anda, ve, te puedes divertir y no sabes cuando tendrás otra oportunidad. Además sé que va Netikerty, —le dije pegándole codazos en las costillas.

— ¿Y qué importa si nunca me va a pescar? Ni siquiera sé cómo acercarme a ella — Issey estaba cabizbajo. Su excesiva timidez no le permitía ver sus propios atributos físicos, como su bello rostro moreno y sus ojos almendrados—.

— Eso no es nada que no se pueda superar —lo animé—, es como hablar con ella para cualquier cosa, pero con música de fondo —esperé que mi amigo se riera, pero no hubo respuesta—. Mira, yo te voy a enseñar.

Tomé a Issey por la muñeca derecha y lo llevé hasta los árboles que bordeaban esa parte del desierto. Me planté frente a él y comencé a moverme al ritmo de una música inaudible.  Issey notó que yo movía mis caderas y mis hombros con ritmo y fluidez.

— Primero te paras frente a ella y la invitas a bailar —esperé que  Issey asintiera con la cabeza y luego continué—. Tienes que hablarle de cualquier cosa que se te ocurra —me acerqué a la oreja de  Issey y continué hablando—. Le hablarás al oído, porque la música va a estar fuerte.

Noté que a Issey le corrió un escalofrío por todo el cuerpo cuando le hablé al oído; me alejé un poco de mi amigo y continué diciendo:

— Después le acaricias la carita —yo acariciaba con mis  manos suavemente por el rostro de Issey y, acariciando sus mejillas, lo miré a los ojos y le dije—: Nunca me había fijado que tenías los ojos tan bonitos.

 Issey se sonrojó. Sabía que el piropo no lo decía en serio, pero sentía que yo, su amigo, lo estaba conquistando. Entonces entendió por qué todos me amaban. Mis palabras tuvieron un efecto involuntario que se manifestaba por debajo del subligar.

— Después seguís bailando, y la tomas por la cintura y te la acercas a ti —crucé mi brazo izquierdo por la espalda de Issey y lo acerqué hacia mí, juntando ambas pelvis. Issey temía que yo me percatara de su erección y trató de zafarse, pero no pudo lograrlo. Lo noté, lo miré a los ojos y soltó una risita coqueta—. Cuando la tienes por la cintura la obligas a girar contigo al ritmo de la música, y así ella para no perder el equilibrio va a cruzar sus brazos por detrás de tu cabeza —yo comencé a girarme, moviendo las caderas, pero  Issey no cruzó los brazos tras mi nuca.

 Issey estaba nervioso, porque a ese punto ya no podía disimular la erección, la cual se acentuaba más con cada movimiento circular de cadera que yo hacía. No quería que yo, su amigo, pensara que él amaba a los hombres y se excitaba conmigo a su lado, porque, al menos hasta ese momento nunca se había sentido atraído hacia otro hombre, pero la situación en sí lo excitaba muchísimo.

— Al final ya cuando termina la canción, acercas tu cara a la de ella —yo acerqué mi rostro al de Issey, hasta que quedaron nuestras frentes una contra la otra, y lo miré fijamente a los ojos— y la besas.

El corazón de Issey latía a su máxima capacidad pensando que yo, su amigo, lo iba a besar, pero solo le lancé un pequeño beso desde un palmus (113) de distancia que separaban sus labios.

— ¿Te quedó claro? —le pregunté.

— Sí —respondió Issey, tragando saliva.

— Qué bien —le di unas palmaditas en las mejillas, le guiñé el ojo y lo abracé por los hombros—. En la fiesta de Diana vas a arrasar.

Y ambos regresamos a caminar por la arena del desierto.  Antes de entrar en la población nos pusimos la túnica, Issey llegó a su casa temblando.

La lección de seducción que le había impartido a mi amigo le había provocado una tormenta de sentimientos desconocidos. El corazón aún le latía con fuerza en el pecho, mientras su mente aún le daba vueltas a la situación que minutos antes había ocurrido.

Me contó más tarde que recordaba mi rostro muy cerca del suyo, y la forma en que eso lo hizo sentir. yo quería besarlo en aquel momento, pero no podía hacerlo, porque yo era su mejor amigo; aunque, quizás ese era un impulso natural al tener a alguien tan cerca, ¿cierto?».

— También siento ahora deseos de besarte, y me encanta el sabor de tu aliento como de regaliz.

— No te reprimas, bésame, igual te beso yo también.

En efecto me besó y nuestras lenguas jugaron unos momentos muy gratos.

— Pero sigue contándome.

«También recuerdo cómo me movía, y la forma en que lo acerqué hasta mí, provocándole una erección. Nunca pensó que le pasaría eso con su mejor amigo; aunque probablemente pudo haber sido producto del roce de ambos cuerpos, una reacción involuntaria natural, ¿cierto?

Intentó tranquilizarse, buscando explicaciones lógicas a las nuevas sensaciones que estaba experimentando.

—¿Cómo te fueron hoy tus lecciones? —le preguntó su padre entrando a la casa por la puerta del patio apenas Issey apareció ante su padre.

—Bien —respondió Issey, evitando el contacto visual. Temía que quizás con una sola mirada su padre notara que minutos antes había estado a punto de besar a su mejor amigo (algo completamente razonable dada la distancia entre ambos, quiso creer)—. ¿Qué hay de cena? —preguntó, cambiando completamente de tema.

—Fideos con arroz —respondió su padre. Era su modo de decir que, independiente de lo que hubiera para comer, tenía que comer igual.

—Ja ja —fingió una risa Issey, aunque la respuesta de su padre le causó gracia, como siempre—. Voy a cambiarme y vuelvo a comer —le dijo a su padre, aunque se arrepintió de inmediato, porque él nunca se sacaba la túnica apenas llegaba a casa.

Pensó que iba a levantar las sospechas de su padre, pero por suerte no dijo nada.

Cerró la puerta de su pieza y de inmediato se quitó las caligæ sin desatar los correas y se desabrochó el subligar, para luego dejarlo caer de forma dramática por sus piernas. Bajó la cabeza para mirar una mancha oscura en la tela gris del subligar que delataba la humedad de su miembro. no había afectado a la túnica por no llevarla puesta

Issey sintió que el corazón se le aceleraba nuevamente. Él pensaba que Khnemu le había provocado eso. O quizás había sido una reacción natural involuntaria producto del roce de su pelvis con la de su amigo, la cual había ocurrido justo cuando él pensaba en Netikerty, la chica que le gustaba. Si, eso tenía sentido.

 Al día siguiente, cuando Issey entró a la salón de la Academia de Nicóforo (atrasado, como siempre), le pidió permiso al maestro para entrar y se disculpó por el atraso. Tras la autorización del maestro, se dirigió a su emplazamiento, junto a mí, su mejor amigo,  le dirigí una sonrisa apenas lo vi entrar, y lo saludé levantando el mentón, haciendo que se le notara involuntariamente su manzana de Adán.

Issey se sentó, y se sintió descolocado por mi actitud. Yo actuaba como si nada hubiera pasado, después de la lección de seducción del día anterior. El estaba seguro que yo me había percatado de la erección que le había producido, y aún así, no decía nada.

Se había pasado la noche dando vueltas en su mente pensando cómo afectaría a nuestra amistad, aquella situación que habían vivido durante la tarde. Issey estaba seguro que no sentía nada por mí, porque era imposible, pero le preocupaba que yo me alejara de él por aquella reacción involuntaria bajo su subligar producto del contacto entre ambos.

—¿Y?, ¿pensaste en lo que te dije ayer? —le pregunté con mi típica sonrisa de autoconfianza.

—¿Qué cosa? —Issey había pensado mucho en lo del día anterior, pero no estaba seguro de qué estaba hablándole yo.

—De ir a la fiesta de la Diana, —respondí, como si fuera obvio.

—Ah, sí —Issey se rió con nerviosismo, aunque dudó que yo lo hubiera notado—. Sí, sí voy a ir —respondió sin pensar, intentando salir del paso rápidamente.

—¿En serio?, ¡buena! —exclamé con felicidad, dándole golpecitos de puño en las piernas a Issey.

—A ver, ¿qué conversáis vosotros dos allá atrás? —nos llamó la atención el maestro.

—Nada… —respondí de inmediato—. Le estaba explicando a Issey el mito de la caverna, que aún no lo entiende el pobre —agregué, acariciándole la cabeza a modo de burla, como si fuera un niño pequeño. Todos los presentes se rieron incluso el maestro.

Issey se sonrojó, pero no dijo nada. Sintió un cosquilleo que recorrió todo su cuerpo cuando lo toqué. Le descolocó darse cuenta que nunca antes había sentido algo así, pero le gustaba.

—Muy bien —dijo entonces el maestro Nocóforo—, poned mucha atención, para que después no andéis preguntando. El Mito de la Caverna… —comenzó a enseñar, ante el gruñido de desánimo de los alumnos.

Issey no prestó atención a la explicación número sesenta y cuatro del Mito de la Caverna que hacía el maestro Nicóforo. Se quedó pensando en las sensaciones que le provocaba yo cuando lo tocaba, cuando sonreía, cuando lo miraba.

Sentía como si su mejor amigo lo hubiera hechizado el día anterior, sin querer, al explicarle sus maneras de seducir. “Eso explica por qué todas las niñas lo aman tanto”, pensó. Era la única explicación razonable que se le ocurría, después de todo, era imposible que se sintiera atraído por su mejor amigo. Por lo mismo, se asustó, pensando que podría terminar haciendo algo que no quería por estar bajo su hechizo. Durante las lecciones no podía cambiarse de asiento (no podía ser tan obvio), pero intentaba enfocarse al máximo en la lección impartida por el maestro.

—¿Te sientes bien? —le pregunté.

—Si, ¿por? —respondió  Issey, nervioso.

—Es que estas yendo mucho al baño y te demoras demasiado —yo me hacía el preocupado—. ¿Estas enfermo o algo?

—Ah, no —se sintió más aliviado  Issey—. O sea, sí Es que hoy en mi casa desayuné una comida que llevaba un par de días hecha. Creo que me hizo mal —inventó.

—Bueno, si quieres ir al galeno, me avisas para acompañarte —le dije, dándole codazos en las costillas.

 Issey notó un dejo de preocupación en mi mirada.

 Al terminar la última lección, Issey guardó rápidamente sus cosas, y salió del peripatéticon mientras yo me puse a conversar con el hermano de Diana sobre la fiesta del día siguiente en su casa.

 Issey ya estaba a medio camino del portón de la salida cuando escuchó mi voz llamándolo. Se volteó y me vio acercándome rápidamente a él, con mi habitual sonrisa en el rostro.

—¿Para dónde vas? —quise saber.

—Iba… —comenzó a decir Issey, buscando una excusa— a la biblioteca —dijo, dándose cuenta que la biblioteca estaba a un par de metros en la dirección que iba caminando.

—Dale, te acompaño —me auto invité—. ¿Y a qué vas a la biblioteca? —quise saber, comenzando a caminar al lugar indicado.

—A… buscar… un rollo —respondió Issey, sin ocurrírsele ninguna otra respuesta.

Me reí con fuerza mientras entrábamos a la biblioteca, una pobre habitación, con tres estanterías de rollos ya viejos.

Issey gritó una voz que no significaba nada, pero nadie respondió. Se puso nervioso al quedarse sin excusas para seguir evitándome.

—No hay nadie —dijo finalmente, dándose la media vuelta para irse.

—¿Para dónde vas? —le pregunté—. Ven a buscar el rollo que quieres.

 Issey no me dijo nada, solo sonrió y me imitó. Se dispuso a mirar uno a uno los rollos de las estanterías en silencio, sin saber exactamente qué buscaba.

—Issey, ¿estás seguro que no pasa nada? —le pregunté acercándome desde la estantería de enfrente.

—No —respondió  Issey después de un largo suspiro—. Lo que pasa es que no estoy seguro de ir a la fiesta mañana —me dijo mirándome a los ojos, no me estaba mintiendo.

—¿Por qué? —pregunté, aunque Issey pudo ver cierto alivio en mi rostro.

—Porque… siento que voy a perder mi tiempo tratando que Netikerty se fije en mí —inventó.

Nada que ver —le dije sonriendo—. La vas a conquistar, estoy seguro. Confía en ti mismo —le di un golpecito de puño en el brazo.

Issey no sabía qué más inventar para evitarme. De repente sintió un golpe de fuerza interior (114), mientras en su mente evaluaba la idea de hacer todo lo contrario y pensaba: “¿Qué pasaría si en vez de escapar del hechizo, me acerco al hechicero?, ¿se dará cuenta mi  amigo Khnemu de que lo que estaba haciendo estaba mal? No puedo hacer nada para evitarlo, porque es muy encantador y me es  imposible rechazar, ¿pero hasta donde será capaz de llegar Khnemu conmigo?

—¿Y qué pasa si beso mal, y lo arruino todo? —me dijo después de un rato de silencio en que él pensaba—. Nunca he besado a nadie, y me da vergüenza que se dé cuenta —el corazón de  Issey comenzó a acelerarse, ansioso por saber qué pasaría a continuación.

Yo me reía para darle tranquilidad.

—Tranquilo, que no pasa nada. Sólo te tienes que dejar llevar — Issey lo miró serio, aunque intentando mantener una actitud de inocencia. Captó la urgencia de la preocupación de  Issey—. Mira, te voy a enseñar —me acerqué a  Issey y lo tomé por los hombros para acomodarlo frente a mí, y lo apoyó contra el estante de rollos—. 

— Continuemos con nuestra clase de ayer —propuse sonriendo y lo besé sencillo a los labios.

Lo besé y le insinué la lengua, me pasó la suya que me deleitó. Ambos nos embelesamos. Cerré la puerta de la habitación, seguimos besándonos apasionadamente. Desde ese momento nos besábamos todos los días. Un día fue en su casa, nos quitamos poco a poco uno a otro la ropa, juntábamos nuestros cuerpos. por supuesto que ya no fuimos a la fiesta de Diana. Otro día necesitamos más y me puse de rodillas frente a él y me puse su polla en la boca, vi que estaba como en el aire y no paré, tenía los ojos cerrados, mirando al techo y encorvado su cuerpo hacia atrás. Me pareció un dios del Olimpo. No cruzábamos nunca palabras. En otra ocasión quiso chuparme la polla y no me dejó apartarme hasta que salió el semen, me besó con semen en su boca y era bueno. Se abrazó a mi cuello y yo que le estaba acariciando sus nalgas le metí un dedo, luego dos, se quejaba Issey pero le gustaba. Me pidió que dejara tranquilo el dedo y le metiera mi polla. No me costó, estábamos muy relajados y lo follé hasta que sembré su interior de esperma. estuvimos mucho tiempo abrazados. Otra vez hicimos lo mismo en su casa. Nos declaramos el amor uno al otro».

«Ya no éramos tan novatos porque lo hacíamos cada día, le pedí que me la metiera. Estábamos en mi casa y nos entusiasmamos. Me gustó cómo me la metió, suave, poco a poco y ese día supe que lo nuestro había sido acertado y estaba en firme. Así fue que en su casa lo follaba yo y en la mía me follaba Issey. Hasta que llegó aquel aciago, día en que mi padre entró en mi cuarto y nos sorprendió en plena faena en que Issey me está follando. Interrumpimos de inmediato e Issey se fue poniéndose su ropa a su casa. Mi padre me ató a su anilla donde golpea a los esclavos y me golpeó hasta que perdí en sentido y caí suspendido de la argolla. unos esclavos me reanimaron y curaron mis heridas ensangrentadas por el látigo. Ya sabía mi padre como era yo y nunca más me habló».

Esta es la historia que necesitaba contarte. Mi padre me ha vendido a ti sin hacerte pagar, pero ya te pedirá de alguna manera el pago. Yo he ganado, pienso que él ha perdido y perderá más. Cuando quieras devolverme a Alejandría te lo pondrá muy difícil. Tiene demasiadas mujeres y demasiados hijos, tiene que ir deshaciéndose de algunos de nosotros para obtener hijos esclavos que hagan todo como él quiere.

— Y ¿qué es de Issey?

— Dos días después apareció muerto en el Nilo. Yo no le vi más, sigo llorándole, pero escuché a mi padre, mientras me flagelaba antes de perder el sentido, que mandó a unos hombres que le sacan de compromiso sus cagadas, para que lo maniataran y lo arrojaran al Nilo. No pudo salvarse había demasiada corriente.

— ¿Por qué no dormimos ya?

— ¿Puedo dormir abrazado a ti?

— Claro que puedes.

Me dio un beso, lo besé varias veces hasta que fue vencido por el sueño. Durmió respirando fuerte a causa de su congoja.

NOTAS

(103) Hoy Milán.

(104) Poblacion junto al lago de Noemí, a unos 500 m. de altitud.

(105) Deprimido, detestando su vida.

(106) tu vida es tu vida. La frase completa es: vita mea mea vita est quia ego victurum ese, mi vida es mía porque yo he de vivirla.

(107) Totalmente depilado. También significa muelle, afeminado o persona que sufre convulsiones. En la expresión del texto se refiere a la depilacion, vulsus -a -un es participio pasado de vello.  velli [o vulsi] vulsum 3 tr.: arran­car (signa v„ levantar el campamen­to [lit.: arrancar las enseñas, que estaban clavadas en tierra]; oves v.,arrancar la lana a las ovejas; [pas.]ser depilado) | tirar (aurem, de la oreja)

(108) vulnerarius -II, masajistas, especialistas en medicina deportiva y de recuperación, masajistas deportivos.

(109) Unguentarius -II, perfumistas, especialistas en ungüentos y pamadas.

(110) Toalla.

(111) culex -culicis, mosquito.

(112) me gustaba hacer bromas y contar cosas graciosas con chistes eróticos.

(113) palmus, en realidad no está relacionado con el palmo (que sería la medida entre los extremos de los dedos pulgar y meñique con la mano extendida), sino más bien con el coto castellano, que es el ancho de la palma de la mano cerrada sin el dedo pulgar, y equivalía a 4 dedos, 7,3925 cm o 1/4 pies.

(114) Hoy se diría “adrenalina”.

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Caput XVII: De diversis in Ægypto negotiis exercitatis et de omnibus desipientiis fruitis a nobis

Quae nova tam similis genui tibi Leda ministros?

       quæ capta est alio nuda Lacæna cycno?

dat faciem Pollux Hiero, dat Castor Asylo,

       atque in utroque nitet Tyndaris ore soror.

ista Therapnaeis si forma fuisset Amyclis,

       cum vicere duas dona minora deas,

mansisses, Helene, Phrygiamque redisset in Iden

       Dardanius gemino cum Ganymede Paris.

¿Qué nueva Leda te ha parido unos sirvientes tan semejantes? ¿Qué Lacedemonia desnuda ha sido cautivada por otro cisne?. Pólux le presta su fisonomía a Hiero, Cástor se la presta a Asilo,

y en ambos rostros resplandece su hermana, la tindárida.

Si hubiera habido una belleza así en Amiclas de Terapnas cuando unos regalos menores vencieron a las dos diosas, habrías sido plantada, Helena, y se habría vuelto al Ida frigio el dardanio Paris con estos Ganímedes gemelos.

(Marcial, Epigramas IX 103)

FULVIA ESTUVO PRESENTE en todo porque quiso estarlo y me gustó su disposición, vino a hacer negocios, a realizar compras, a planificar, a pensar y a obtener otro hijo. También vino a divertirse. En las noches se vestía como nosotros cuando salíamos a cenar o a tomar algo, su ropa era propiamente de hombre y le favorecían sus pequeños y plenos pechos que se podían casi igualar a los míos. Llevaba una especie de turbante y un maquillaje que parecía nuestro guía egipcio. Vestía típicamente de varón. Por nuestra parte nos hicimos rasurar la cabeza y todo el cuerpo en dos oportunidades estando en Alejandría. No deseábamos los piojos en nuestro cuerpo. Sin pelo se vivía mejor. Como no pensábamos juntarnos con militares decidimos quitarnos todo el pelo del cuerpo. Antes que los baños preferíamos el agua del mar y nuestro peluquero se encargaba de los masajes y quitarnos cualquier cosa molesta del cuerpo. Había mucho insecto suelto buscando mejor carne que la egipcia. Yo solía usar túnica blanca muy liviana y con mangas, pero los muchachos que pasaban por ser mis sobrinos usaban el shenti, unas faldillas sujetas con un cinturóna la cadera y plisadasen la parte delantera. La de Veiovis le llegaba hasta cubrir las rodillas, la que usaba Silvias era muy corta y le mostraban prácticamente más de medio muslo. Los chicos iban en plan de exhibir sus macizos pechos de duros y tersos pectorales con pronunciados pezones en el centro de sus rosadas aréolas. Hay que reconocer que en este tiempo se respetaba en Egipto al Romano porque era un supuesto comprador y, consiguientemente una ganancia para Egipto

Hacía calor y nos vestimos cómodos como los egipcios, pero los muchachos, con cara de niñatos, pero ya mayores y con buen cuerpo constituido en la lucha y la equitación, era siempre una tentación para otros, pero me sentía halagado cuando hablaban de mis sobrinos, que se veían fuertes, robustos e inteligentes.

Cuando visitamos a Imhotep que hacía honor a su nombre, «el que viene en paz», preguntó a los chicos si podrían hacerle una demostración de fuerza y de lucha entre ellos dos. No me hizo mucha gracia la propuesta, pero al tratarse de un proveedor de cebada, el mejor proveedor que teníamos, una vez que habíamos acabado el negocio y antes de pasar a un patio interior donde nos había preparado una excelente comida, los chicos quisieron complacer a nuestro anfitrión, y mostraron, su técnica, su fuerza y su dominio. Ante una gran concurrencia, se desnudaron de su  shenti —no lleva an otra ropa— y se pusieron en guardia uno frente al otro. Habían visto una lucha idéntica en el puerto, por eso se quitaron la ropa, parecía costumbre y la imitaron, se guiñaron el ojo y me miraron sonrientes. Lucharon los dos un combate de fuerza solamente. Ambos demostraron su capacidad para tumbar al enemigo al suelo. Al acabar aplaudieron todos los presentes, pero se presentó un personaje proponiendo en un perfecto latín una lucha de los dos romanos contra dos egipcios. Aceptaron de inmediato y no dije nada, pensando que iba a ser una demostración de fuerza también. Pero aparecieron dos adultos que me dieron a entender que eran diestros en la lucha. Se desnudaron y se pusieron con dureza delante de los muchachos con intención de dar una lección.  En efecto, los muchachos estaban desorientados, porque no demostraban la fuerza sino la sorpresa. Varias veces fueron derribados muy violentamente. Estaba yo a punto de suspender el juego, cuando descubrí que los muchachos estaban hablando. Por los signos que hacían entendí que iban a hacer una treta. No se dedicaron a luchar uno a uno, sino que se decidieron a combatir con uno y guardarse del otro con golpes certeros.

Daño le hicieron a Silvias al derribarle que le costó levantarse. Se acercó uno de los combatientes y, cuando iba a pisar con su pie los testículos del muchacho, Veiovis le avisó con un grito estentóreo que asustó a toda la concurrencia; fue un modo de despistar al enemigo. Entonces. Fotón es se incorporó Silvias, corrió hacia el sujeto, se echó al suelo sentado y el impulso de su carrera le hizo pasar por debajo del luchador entre las piernas y escuchamos un grito, el gigante cayó al suelo quejándose y Silvias escupió algo ensangrentado al suelo. Con su boca había rasgado el escroto del egipcio y arrancó uno de los testículos. El luchador en el suelo se quejaba dolorido. Sin dar tiempo a nadie para saber lo que había pasado, se fueron Vaiovis y Silvia contra el otro egipcio y lo redujeron hasta llevarlo en presencia de Imhotep que estaba aplaudiendo. Soltaron al egipcio el Anfitrión Imhotep regaló mil deben(97) de trigo a cada muchacho, que agradecieron enormemente. Se llevaron a los muchachos para lavarlos y vinieron con ropa limpia y nueva y una corona de mirto en la cabeza.

Durante la comida el Anfitrión Imhotep quiso que los muchachos se sentaran a su derecha e izquierda. Lo complacieron enormemente. Después de la comida les presentó a su hijo Khnemu con un ruego dirigido a mí.

— Necesito una educación romana para mi hijo, en filosofía, negocios y la lucha ingeniosa de estos chicos. Necesito despertar a mi hijo. Con tus muchachos él podría aprender como ellos, al menos durante dos años. Si lo aceptas, podría pagarte como desees, con dinero o con nuestro grano.

Miré a Khnemu, pensé en el negocio y en el favor que podría hacer a mi proveedor y acepté. Cuando le dije que estaba de acuerdo, se alegraron casi todos, pero mucho más Khnemu que se abrazó a sus nuevos amigos. Aproveché para invitar a Imhotep a visitar la Villa y que permaneciera un tiempo con nosotros a modo de descanso. Miró a la que debía ser su esposa o la madre del muchacho no sé si era para recabar conformidad o para que se enterara de lo decidido.

A lo largo de las dos primeras semanas fueron llegando al puerto los productos comprados. Cargar el barco no fue poco trabajo. Habíamos envenenado el barco contra las ratas y limpiaron todo antes de cargar. Por el estado de la mar y porque así lo decidimos, la nave debía partir en cuanto antes. Nosotros cuatro nos quedamos en una casa que nos cedió Imhotep. Estuvimos dos semanas en Alejandría haciendo divertidas excursiones por el sagrado Nilo. En las noches hicimos lo que estaba previsto.

Preparamos la sala de dormir juntando jergones de plumas. Ya teníamos el marco ambiental. Hacía calor, mucha calor y los cuatro nos acostamos como teníamos costumbre, desnudos, dispuestos a que nos invadiera la morbosidad, la lujuria, la lascivia, la voluptuosidad, la sensualidad, la impudicia, la obscenidad, y todas las demás realidades innatas de nuestra naturaleza humana,  cuales son: desenfreno, inmoralidad, libertinaje, libídine, libido, lubricidad de ánimo y sexo, ninfomanía, obscenidad, pasión, sensualidad, voluptuosidad. No necesitamos mucho tiempo, nuestras jovencitos estaban con más que ganas, deseo y desesperación. Mientras Veiovis me comía la polla cuando nos besábamos Fulvia y yo, Silvias se comía el coño de Fulvia. Lo hacían como si el mundo fuera a desaparecer en ese instante y como quien quiere aprovechar los últimos minutos. Ví como gemía de placer Fulvia y miré hacia abajo observando cómo Silvias metía le lengua en el coño de Fulvia y cuando empujaba hacia adentro Fulvia gemía, cuanto más adentro más sonoro era el gemido, cuando más velos metía la lengua más alocada se volvía Fulvia. No pude resistir y mi polla se puso dura y la lengua de Veiovis lamía mi glande y me producía calambres de placer, hasta que se puso a masturbarme mi pene macón la boca metiéndola hasta su garganta. Fue entonces cuando escuché un gemido con grito y Silvias bebía sonoramente sorbiendo los jugos de Fulvia. No aguante y me corrí en la boca de Veiovis. Lo tomé de los hombros y lo acerqué a mi cara para besarlo. Fulvia me imitó e hizo lo mismo con Silvias y nos encontramos los cuatro cruzando besos y lenguas. Le metí a Silvias un dedo en su culo y supo de inmediato que quería follarlo. Se cambió con Veiovis. Silvias se sentó sobre mi barriga esperando mi orden y le dije que comenzara, mi polla ya estaba dura. Se la metió en su culo sentándose encima y comenzó su dando ayudado con mis movimientos. Fulvia hizo lo mismo con Veiovis y ahí estábamos los dos, Veiovis y yo, acostados cara arriba y Fulvia haciéndose follar el culo por Veiovis, mientras Silvias se follaba su culo con mi polla. Era fatigoso y se corrieron ambos sobre nosotros y luego nos corrimos Veiovis y yo. Era ya hora de dormir algo, pues al día siguiente teníamos que hacer visitas con unos amigos de Imhotep.

Después de las visitas, Imhotep nos ofreció una cena para hablar un poco más de Khnemu. Nos preguntó si ya habíamos visto barco para regreso. Veiovis respondió:

— Ya está cargado

— Pero zarpó, —añadió Imhotep.

— Partió el nuestro, pero este es contratado, solo espera las sedas para zarpar, en cuanto lleguen las sedas que no son pocas y cuatro leones para regalar al emperador, zarpamos de inmediato.

— ¿Lleváis cuatro leones?

— Es una pequeña deuda que tienen con Aulus y nos ofrecieron pagarlo con leones y vacas para alimentarlos en el trayecto. No íbamos a fustigar a un amigo que no tiene liquidez, —respondió  Veiovis.

Yo me daba cuente de lo bien que se despachaban los dos sin arredrarse y con mucha lógica. Miraba a Veiovis y lo comparaba con la época que sufrió la salirofilia y me daba cuenta de su madurez. Muy beneficiosa ha sido la compañía de Silvias.

— ¿No te parece, señor, que Khnemu, podría aprovechar nuestro viaje para embarcarse con nosotros?, —intervino Silvias—. Es muy joven y no debiera viajar en solitario. Nosotros llevamos la guardia necesaria para la seguridad.

— La propuesta me parece excelente, pero no es tan niño, tiene vuestra edad pero no se ejercita y está enclenque, inamarescunt epulae, fragilitas est et semper cephalea eum turbat(98).

— Señor, mañana debiera venir con nosotros y le aseguro que comería bien y no le dolería la cabeza.

Imhotep sonrió porque le hizo gracia la propuesta de Silvias y accedió con gusto.

Al día siguiente estaba impecable de blanco con sus luengos vestidos y la que parecía ser su madre le iba dando explicaciones una tras otra, estaba acompañada de ocho mujeres y antes de subir al barco todas le daban recomendaciones a la vez.

Cuando nos apartamos de la orilla y ya no se escuchaban las recomendaciones de las mujeres, Silvias exclamó:

— Estas mujeres producen jaqueca, si hasta a mí me estaba dando cefalea.

La risa fue general. Los muchachos se quitaron su túnica y se vistieron con su shenti. Ambos lo tenían corto y gris muy claro. Cómo imaginaban la situación, sacaron otro y se lo ofrecieron, se alegró y pidió su ayuda para ponérselo. Y le explicaban, siempre con la voz cantante de Silvias:

— Vamos a jugar, nos bañaremos antes de comer, comeremos lo que nos cocinen, veremos cosas bonitas y no nos preocuparemos de ensuciar la ropa.

A Khnemu parecía gustarlo lo que decían y Silvias le iba tocando los músculos de los brazos, piernas y pecho explicando cómo ellos lo habían conseguido. En muchacho estaba flaco, pero se animó hablando con ellos y en un momento dado, espontáneamente besó a Silvias y luego se volvió para besar a Veiovis. Y prosiguieron conversando muy animosamente. Cuando atracamos en el pequeño puerto a don íbamos, vimos el pueblo y dos palacios deshabitados. Luego fuimos a comer a una especie de cantina junto a un lugar donde el que quería se bañaba. Fulvia y yo nos pusimos debajo del  parral para beber agua de cebada. Los chicos se bañaron y nadaban sin separarse los tres. Khnemu no sabía nadar mucho y ellos le ayudaban. Cansados salieron, recogieron sus shenti y se los vistieron mientras se acercaban. No sé cómo se llamaba aquello, pero la carne era de faisán. Los tres chicos venían con hambre y se zamparon su plato al momento. Les volvieron a servir, se chupaban los huesos y los dedos y se limpiaban en el shenti. Jamás les había visto tan cochinos y observé que lo hacían como una muestra de libertad que debía tener Khnemu. Este lo disfrutaba. A todos nos había marcado el sol, pero los chicos estaban muy colorados, casi negros, excepto Khnemu que estaba rojo. Antes de embarcar me pareció conveniente que les dieran un masaje con ciertos productos que aliviaban el sol.

El espectáculo fue cuando llegamos, allí estaban las mujeres. Khnemu corrió a su casa a buscar a su padre. Cuando llegamos su padre contó que estaba feliz de ver por primera vez contento a su hijo y no dudé en intervenir:

— Se ha comido dos platos de guiso con faisán, ha nadado y ha conversado todo el tiempo…, Imhotep, si me permites te diré lo que le pasa a Khnemu —Imhotep asentía—, quítale todas esas mujeres, hablan demasiado hasta producir dolor de cabeza. Déjale libertad de acción. Mañana se vendrá de nuevo con nosotros, si no te parece mal, pero que las mujeres se queden en casa y que el muchacho venga al puerto solo.

— Debes tener razón, Aulus, a mí me dan también dolor de cabeza hablando todas al mismo tiempo y repitiendo lo mismo muchas veces. Mi hijo me ha dado por primera vez las gracias por haberle encontrado estos amigos, os lo agradezco, tiempo hacía que no me abrazaba ni besaba, hoy lo ha hecho y no podía dejar de hacerlo.

Khnemu pasaba los días con nosotros paseándose por el Nilo con grandes barcazas. Un día decidieron los muchachos llévalo a casa porque él no quería entrar todavía en la suya. Fulvia y yo fuimos a pasear a instancia de ella. Quería estar esa tarde a solas conmigo. En mitad del paseo, me dijo:

— Necesito un médico.

— ¿Qué te pasa, carińo?

— Seguro que estoy de buena esperanza.

— ¿Cómo sabes?

— Me siento igual que con Aureliano y siento necesidad de estar contigo, te siento nuevamente padre de mi hijo y prepárate que será varón.

— ¿Cómo sabes? Me es igual varón que mujer, voy a amar a todos los hijos que me des.

— Eres un amor, ¿por qué eres tan bueno?

— No sé si soy bueno, pero descubrí la maldad con y en padre, decidí no seguir los epicureísmos mas depravados que seguía padre y el estoicismo me parece más cercano a la verdad, donde quiera que esté, necesito tener conocimiento de que mis actos no hagan daño a los demás y estoy convencido de hallar la felicidad buscando el bien y la verdad en los demás.

Por fin llegamos a casa y encontramos a los tres chicos desnudos y sudados hablando. Tal como los estuve observando, descubrí que los tres habían hecho el amor. No dije nada, aunque me quedé un poco preocupado con este tema acompañé a Khnemu a su casa antes de que anocheciera. El camino fue ameno porque me contó lo que habían hecho y, en efecto, yo estaba en lo cierto. Al llegar a la casa, me invitó Imhotep a tomar un vino, acepté y hablamos de varias cosas.

— Mañana —dijimos los dos a la vez y le dejé proseguir— podríais venir al prandium y después hablaríamos del viaje a tu Villa de mi hijo.

— Eso mismo quería decirte, de acuerdo, un buen muchacho tienes.

— Vosotros me estáis ayudando a descubrirlo.

— Entonces hasta mañana.

Me fui a casa y allí me esperaban los tres, conversamos sobre nuestro amigo Khnemu y aproveché para decirles que comería os en su casa.

La noche transcurrió como siempre, los chicos, que nunca tienen suficiente, nos provocaron, pero Fulvia dijo que ella no podía y les dijo que probablemente estaba embarazada. Jamás pensé que ocurriría una reacción como la que estaba viendo, se pusieron a acariciar le la cara y el vientre y le besaban la barriga hablando con el supuesto. Fulvia no pasó buena noche estaba con triste, desganada y sin dolor. Fui donde Imhotep para que me indicara un médico y llamó al de su casa, la miró, puso la oreja en su viente, la hizo orinar, miró el vaso, lo olió y dijo:

— No pasa nada, está comenzando, pero sí, está embarazada. Si tenéis que viajar a Italia, mejor en cuanto antes. Me fui al puerto y avisé que si toda la carga estaba en el barco partiéramos en cuanto antes.

El armador me dijo:

— Ocho comerciales y dos militares zarpan hoy, sería mejor ir junto a ellos. Si me lo aseguras, aviso para que cuenten con nosotros. Saldremos antes de anochecer con el sol puesto.

— Está asegurado.

Los chicos habían ido a nadar y pagaron para lavarse con agua limpia. Recibieron un masaje completo y quedaron perfumados con flores de loto. Les pedí que se pusieran la túnica manicata, la de manga larga que les di a cada uno, obedecieron sin rechistar. Les dije:

— No quiero luchas hoy, zarpamos esta noche antes de oscurecer, para que Fulvia esté en casa pronto, ella necesita los cuidados de Salonia.

— ¿Está enferma?

— No, pero en su estado ya no quiero entretenerme más aquí.

— Nosotros tampoco.

Al entrar en la casa los chicos se fueron directamente donde Fulvia, contra todo protocolo y la besaron y acariciaron, luego fueron a saludar a Imhotep y de inmediato a Khnemu. Antes de comer hablé con Imhotep y le expliqué:

— Para mí es un honor tu confianza encomendándome a tu hijo, pero debes saber algo muy importante. Primero, en la Villa todo el mundo, siervos y libres, tienen un trabajo. A tu hijo tendría que darle uno adecuado a su situación, y modo de ser.

Silencio y continué:

— Segundo, en mi casa no hay distinciones ente libres y esclavos, todos formamos una familia. Todos los esclavos están llamados a recuperar la libertad en cuanto se cumplan los requisitos legales.

— Eso me parece laudable y dice mucho en tu favor.

— Y por último algo más complejo. Los chicos que me acompañan son delicati, y forman pareja. Respetarán lo que desee Khnemu, yo también. He visto que se acopla bien con ambos muchachos y quizá allí en lugar de una muchacha distraiga sus ímpetus sensuales con algún muchacho. No quisiera que ignores esto, no vayamos a tener problemas en el futuro, ahora que ya no somos solo proveedor y comprador sino amigos…

Hizo una señal a un siervo para que se acercara.

— Llama a Abasi, que venga.

Me decía que no me preocupara y se extendió, entró un muchacho fuerte, fino, color cobre intenso, ojos avispados y una permanente sonrisa.

— Aulus, te presento a Abasi, es mi amigo, mi compañero, mi amante, la suerte que los dioses me enviaron. Las mujeres que me acompañan no son mis esposas sino mi poder para ostentarlo ante mis enemigos. Khnemu es hijo de mi esposa que murió tras dar a luz. Si mi hijo prefiere un hombre no es problema, ya le buscaré una o dos mujeres para que le den algún hijo. También los dioses se parean entre ellos y las diosas se emparejan entre sí, hasta el mismo Zeus tiene su amante, Ganímedes, ¿quién puede luchar contra la decisión de los dioses?

— Por último, quiero decirte que zarpamos esta tarde antes de la puesta del sol, a la hora undécima debiéramos estar en el barco, le dices a tu hijo que si está decidido que se prepare, será un honor cuidar de él. No es necesario que se traiga mucha ropa, le haremos en nuestro taller de costura.

— Vamos a comer, ya hablamos más cuando yo vaya a Roma.

Los siervos de Imhotep le llevaron a Khnemu varios bártulos con sus cosas. Cuando llegamos y vimos tantos paquetes envueltos en sábanas blancas, nos dio un golpe de risa a todos. Entonces Khnemu dijo:

— Con tantas madres que solo hablan y no escuchan, pasan estas cosas.

Se desnudó completamente e iba a bajar el solo los bártulos, Silvias y Veiovis se animaron a ayudarle, se desnudaron y en un momento los 17 paquetes de cosas estaban apilados junto al Norway. Dio orden a uno de sus siervos que lo guardaran para su regreso y mientras Silvias y Veiovis se volvían a vestir, Khnemu se subió al barco desnudo con su pene bamboleando y un simpático movimiento de culo subiendo por las tablas de la pasarela. Veiovis recogió la ropa que había llevado puesta y la subió al barco, se la dio a Lucman y se vistió. Todo un espectáculo. No era tan extraño porque los cargadores de costales en el barco también trabajaban desnudos o casi desnudos.

Aposentaron a los chicos en un camarote y a Fulvia y a mí nos dieron uno espacioso. Pasamos por Creta y descargamos una parte de lo nuestro en el puerto de Mátala perteneciente a Larisa(99) para un habitual comprador, cargamos también lo que teníamos para llevar a Panormus(100) donde teníamos algunos clientes. Nos llevó dos días atracados en Mátala. Luego seguimos aprovechando el buen tiempo y los vientos favorables hasta Siracusa directamente desde Creta sin pasar por Atenas. Ya vi que el capitán era hombre muy avezado y descansamos un día en Siracusa y al anochecer emprendimos viaje bordeando la isla de Sicilia por el sur y no pasar por el estrecho. No perdimos de vista la Costa de Sicilia y al llegar a Panormus entramos a atracar en el puerto. Descargamos casi toda la carga. Otro día sin navegación y continuamos en dirección a Neápolis(101) sin entrar en su bahía viramos para dirigirnos a Antium(102). Desembarcamos y en un carro de cuatro caballos nos llevaron a casa. No queda lejos, pero, aunque no se quejaba, Fulvia estaba cansada. La llevé a sus aposentos, le ayudé a desvestirse y a bañarse en su preciosa tina, y me agradeció mientras la secaba porque no quería hablar con nadie.

Mientras tanto los muchachos comenzaron a presentar a todo el mundo a su amigo el egipcio, como decía la gente, ellos siempre lo llamaban por su nombre. Cuando salí de las estancias de Fulvia, Numerius me estaba esperando a la puerta y me dio un apretujón abrazándome que casi me saca las entrañas. Tuvimos mucha alegría de vernos y fuimos a mi oficina para rendirle cuentas de lo ocurrido.

— Aulus, tú no has de rendirme cuentas a mí.

— ¿Quieres callarte? Esta es tu parcela, de no ser por tu boda y por el estado de Tamar, hubieras viajado tú. Por tanto, quiero rendir cuentas y darme tu parecer. Los negocios con Imhotep son buenos, nos favorecen a él y a nosotros. Pienso que a Creta no hace falta que vayamos más, no tienen mucho que ofrecer, es caro su precio y pagan tarde y mal. En cuanto a Nausiteus de Panormus conviene convencerle que el traiga sus naves cuando quiera grano y aceite, será mejor atendido. Si no hubiéramos atracado en estos dos puertos, hubiéramos ahorrado cuatro días en soldada y en vituallas.

— No quise antes esto para que lo vieras con tus propios ojos. Cuando dejamos de entrar en Atenas, los ahorros fueron considerables. Y estoy totalmente de acuerdo contigo. Hemos de ir con el barco lleno a un solo destino y regresar con el barco lleno desde el origen hasta casa.

— Estando de acuerdo con esto, antes de cenar quiero darme un revolcón contigo, si no te va mal.

— Aulus te esperaba por esto no por las cuentas que podían esperar. Nos fuimos a mis aposentos, Tamar ya estaba en los suyos. Nos encontrábamos, después de mucho tiempo los dos solo. Nos metimos sobre la cama y nos desnudamos como adolescentes uno al otro.

— Sin ceremonias, Numerius, sin ceremonias, métemela ya y fóllame.

Se divirtió Numerius follándome y me hizo ver la gloria. Cuando fue el momento nos esperamos hasta que yo dije:

— Iam potes, amore, exonera, eiacularis.

— Eiaculamur.

Reventamos a la vez. Nos limpiamos rápido y nos fuimos al comedor. Estaban todos felices de vernos juntos. Cuando acabamos de cenar, avisé a Salonia que Fulvia estaba cansada, que me iba a asomar para ver si dormía…

— Pero tú preparas algo para ella y haz todo lo posible para  que coma y siga durmiendo.

Me esperaban Numerius y los chicos, un poco más allá estaban las mujeres. Me acerqué a ellas:

— Fulvia está cansada y duerme, cenará en cuanto despierte y volverá a dormir. Mañana nos reuniremos un momento, hay grandes noticias y buenas. Ahora vamos a entretener a Khnemu, aunque estamos muy cansados, pero así hacemos la digestión conversando.

Las dejé y me fui con ellos.

— Khnemu, él es Numerius.

— ¿Este es él?, ¿el de verdad?

— Sí, Khnemu, el mismo.

— ¡Qué guapo!, ¡qué fuerte! ¡Qué pieza de hombre! No, no  puedo competir…

Todos nos reímos hasta que Veiovis dijo:

— Eso lo hemos pensado todos, pero no nos atrevíamos a decirlo tan claro como tú lo has dicho, Khnemu.

— He venido a buscar una buena pieza y cuando la encuentro ya está ocupado con otro, ¿me vais a presentar a alguien con quien yo pueda?, porque hasta ahora todos estáis ocupados…

— Khnemu, todo lo podrás tener, acabas de llegar. Ahora nos vamos a bañar en la cascada.

Eso lo hicimos y luego a dormir nuestro merecido descanso. En cuanto a mí, Numerius quiso seguir jugando y lo jugamos bien hasta que me dormí por fuerza de la naturaleza.

NOTAS

(97) El deben es la medida de peso más alta, un deben son 91 gramos. Mil deben son como 91 kilos.

(98) Tiene pocas ganas de comer, se siente frágil y siempre tiene dolores en la cabeza.

(99) Hoy Gortyna.

(100) Hoy Palermo.

(101) Hoy Nápoles.

(102) Hoy Anzio.

Caput XVI: De interfectione Neronis qui pessimi Imperio imminutionis causa est

‘Qualis artifex pereo!’

….

‘Vivo deformiter, turpiter 

– ο πρέπει Νέρωνι, ο πρέπει 

– νήφειν δεν τος τοιούτοις 

γε γειρε σεαυτόν.’.

¡Como un gran artista muero!

….

Arrastro una vida vergonzosa y miserable,

(y añadía en griego):

Esto no es propio de Nerón; esto no le es propio;

en tales momentos es necesario decidirse; vamos, despierta.

(Suetonio, Vida de los doce césares: Nerón, 14)

Augusto

NERO CLAUDIUS CÆSAR Augustus Germanicus fue el quinto de los emperadores del mayor de los imperios que ha habido en el mundo, el Imperio Romano. Fue la gran locura que había soñado Julio César y que, tras la guerra entre compatriotas, antiguos amigos y aliados, lo inició el nieto de su hermana Julia, César Augusto, que había sido adoptado por el propio Julio César y se convirtió en su heredero. El segundo emperador fue Tiberio Julio César Augusto, hijo de Tiberio Claudio Nerón y Livia Drusila, miembro por tanto de la gens Claudia. Su madre se divorció de su padre y contrajo matrimonio con Octavio Augusto, emparentándose con la familia imperial. Tras este matrimonio, Tiberio se casó con la hija de Augusto, Julia, que estaba casada con Marco Vispasiano Agripa. Tiberio fue adoptado formalmente por Augusto, formando parte de la gens Julia. Tras la adopción, se le concedieron poderes tribunicios por diez años. Dos modos de ser tan diferentes hizo que Tiberio y Augusto se enemistaran, por lo que se exilió a sí mismo en Rodas. No obstante, tras la muerte de los nietos mayores de Augusto, Cayo César y Lucio Julio César, previsibles herederos del Imperio, unidos al destierro por traición de su nieto menor, Agripa Póstumo, Tiberio fue llamado por el emperador y nombrado sucesor. Los poderes de Augusto y de Tiberio fueron prorrogados por diez años. Pero Augusto murió poco después, era ya el 19 de agosto del 768 AUC, a los 77 años de edad y a los 41 años de su gobierno, el más largo de cuantos emperadores hubo hasta el presente, dejando a Tiberio como único heredero. Tras su entronización, todos los poderes fueron transferidos a Tiberio sin ningún plazo. Gobernó Tiberio de modo despótica, tiránicamente y desastrosamente durante 23 años, muriendo 16 de marzo del año 791 AUC. Cayo Julio César Augusto Germánico nacido en Anzio, a unas 42 millas de Roma, un 31 de agosto del año de la Fundación de Roma 712 AUC, fue el tercer emperador romano, perteneciente a la dinastía Julia-Claudia. Fueron cuatro años a la cabeza del Imperio. También era conocido como Cayo César o Calígula. A este Calígula lo conocí siendo aún pequeño y me parecía un hombre ridículo. Mi padre se apartó de él y se retiró a su Villa. Anteriormente ya escribí del cuarto emperador, Claudio, el mejor de cuantos he conocido.

Tiberio

Nerón nació el decimoquinto día del mes de diciembre del setecientos diecisiete de la Fundación de Roma. Hijo de Cneo Domicio Enobarbo y Agripina la Menor, por tanto emparentado con el emperador Augusto. Fue emperador del el Imperio Romano entre el 13 de octubre del 808AUC y el 9 de junio del 822AUC, último emperador de la dinastía Julia-Claudia. Accedió al trono tras la muerte de su tío Claudio, quien anteriormente lo había adoptado y nombrado como sucesor en detrimento de su propio hijo, Británico.

Nerón fue un buen gobernante y muy popular, agradaba más al pueblo que a los políticos y militares. Agradaba a los artistas mediocres que no tenían muchas posibilidades ese unían al emperador que cantaba, tocaba el arpa, como un aficionado pero que se creía ser el mejor en el canto y en su arpa. Nerón fue un ególatra. No pudo soportar a su lado a dos sabios que, aún refrenándose prudentemente dejaban a Nerón como las boñigas de una mula. Ellos eran Séneca y Petronio. Séneca eran ejemplo de virtudes peleando con ser cada día mejor y reconociendo sus defectos. Petronio era elegante en su porte y en su hablar, digno respetuoso, escuchaba, conversaba, medía los diferentes puntos de ver las cosas, no era impositivo, sino reflexivo. Era influyente ante el emperador que escuchaba sus pareceres, pero Tigelino que estaba con deseos de dominar al emperador y sucederle en cualquier circunstancia que aconteciera a su favor. Petronio se atrevió a acusar a Tigelino con medias verdades que resultaron ser falsas y participó en una conjura con Cayo Calpurnio Pisón, amigo de mi padre y muy conocido mío pues, aunque con Calígula lo pasó mal porque le robó su esposa y lo envió al exilio por cometer adulterio, cuando Claudio subió al poder regreso a Roma y con Nerón montó la conspiración para destronarlo y asesinarlo. Descubierta la conspiración Tanto Pisón como Petronio se quitaron la vida. 

Nerón

Pero todo aquel que tuviera alguna fortuna, este se convertía en punto de mira de la avaricia imperial y del propio emperador. Habían y seguían siendo excesivos sus gastos con espectáculos y construcciones, todo para mostrar la propia gloria y para resultar agradable al populacho.

En este tiempo Numerius y yo decidimos hacer la división de bienes y mancomunarlos. Numerius era jefe de su casa, liberto porque ya había cumplido los 30 años y convertimos en propietarios a Nuceria a favor de Delfín, a Salonia a favor de Veiovis y a Hatria a favor de Silvias. Con esto y con un doble sótano no fácil de descubrir escondimos nuestras riquezas. No hicimos ninguna ostentación con la finalidad de que no se fijaran en nosotros. Mantuvimos el tipo hasta la muerte de Nerón, su suicidio, ocurrido el glorioso 9 de junio del 822 AUC, en que los desastres del año con cuatro emperadores nos resultó más beneficioso que angustioso.

Durante su reinado centró la mayor parte de su atención en la diplomacia y el comercio, gracias a lo cual aprovechamos para beneficiar los proyectos de la Villa, e intentó aumentar el capital cultural del Imperio mediante la construcción de diversos teatros y la promoción de competiciones y pruebas atléticas. Diplomática y militarmente su reinado está caracterizado por el éxito contra el Imperio parto, la represión de la revuelta de los británicos y una mejora de las relaciones con Grecia. Al fin, tuvo lugar un golpe de Estado en el que estuvieron involucrados varios gobernadores, tras el cual, aparentemente, lo forzaron a suicidarse.

Muchos actos que le honrarían se podrían contar de Nerón y muchos más de sus fechorías y horripilante modo de actuar podría cargar sobre sus espaldas. Historiadores hay que están escribiendo libros y panfletos que corren de mano en mano, unos para llorar, otros para lamentarse. Lo que no se contará nunca de Nerón es que él fue lo peor que pudo ocurrirle al Impero, el daño hecho a Roma para la posteridad y el nodo nada ejemplar de proceder de quien tendría que haber sido sol y antorcha para la juventud romana. Pero no es este mi cometido. Me propuse contar la vida de mi Familia, nuestros errores y aciertos, nuestros fraacasos y nuestras victorias, nuestras virtudes y nuestros vicios. En eso estamos, pero nuestra vida irregular y a marchas forzadas no podían ser de otra manera porque no se nos posibilitó, muchas puertas se cerraron, muchas dificultades se presentaron a cada paso y muchos vicios se nos inocularon como virtudes y modos adecuados de proceder. Esto, unido a la parvedad de la existencia, nos hundió muchas veces en las miserias humanas y nuestras vidas se convirtieron en inmundicia y espacio adecuado más a las letrinas que a la decencia. Pero no puedo ocultar la verdad, esa fue nuestra vida y si sigo narrando nuestro modo de vivir, aparecerán peores acciones de las que el dios Sol se avergüenza apenas la diosa Aurora lo empuja por encima del horizonte. ¿No habéis visto al Sol amanecer con nubes en sus ojos? Se niega a ver, pero despierta a la realidad y suele apagarse en el Ocaso donde lo consuela cuando se abraza con él para recibirlo y darte el apropiado descanso. El Sol y el Ocaso pasan la noche durmiendo juntos después de hacerle amor. Por la mañana los despierta Aurora que se queda también con la Luz para hacer el amor, mientras el Sol hace su curso de nuevo avergonzándose de que los hombres y las mujeres les copen sus andaduras con más éxito y mayor placer que ellos mismos. Los dioses nos tienen envidia porque disfrutamos  de nuestra divertida vida, la vida de los dioses es del todo aburrida, todos los días igual y todos los días iguales.

El día que nos enteramos de la muerte de Nerón hicimos fiesta en la Villa. Fulvia y Tamar hacían vida de familia en común, esperando que se acabara de construir la casa para Tamar y Numerius. No es que queríamos separarnos, sino que habíamos emprendido la actividad de dividir los bienes, y convenía dividir las casas. La Villa fue convirtiéndose año tras año en un pueblecito donde cada uno iba a tener su propia casa y su propia administración. Nominal y legalmente la esclavitud estaba ahí y siempre amenazando desde el Senado con leyes al respecto. Nosotros internamente conseguimos formar un pueblo, cada uno tenía que hacer los aportes necesarios al fondo común, donde había un administrador y un elegido para que diera la cara hacia el exterior. Cada cuatro años dispusimos que haríamos tal elección, un voto por familia. Dos veces me eligieron y a la tercera dije que no aceptaría, que hemos de ir rotando todos los que tienen capacidad de representación. Eligieron a Numerius. Con esta elección mis trabajos aumentaron, porque Numerius no podía salir de casa, al igual que hacía yo antes y en el primer viaje que fuimos a Egipto pregunté a Fulvia si quería venir conmigo. Pero no quiso dejar con nadie nuestro hijo de dos años, Aureliano, entonces le dije que teníamos que hacer una buena despedida hasta el regreso. Como Aureliano estaba acostumbrado a tres mujeres, una madre y dos abuelas. Insistí en esa noche haciendo el amor con Fulvia para que viniera. Me lo hizo ganar. Me lo puso difícil y solo le convencería si mis polvos eran igualmente convincentes.

En el primero de la noche, se me abrió de piernas y me hizo acostar sobre ella. Mi polla fácilmente entró en su coño y rápidamente me corrí descargando todo mi esperma en ella. El descanso fue breve, y me dijo:

— Creo que te has enamorado de otra mujer porque no me haces disfrutar como en otras ocasiones.

Yo desmentí con juramentos por los dioses, por mi vida y la vida de mi hijo que de ninguna manera, que no quería más mujeres en mi vida. Con groserías se me puso de lado levantando la pierna y cuando le iba a meter mi polla en su coño, son su propia mano la redirigió a su culo:

— Fóllame como a un chico, por el culo.

Ahí no nos engañemos que la gocé como nunca. Cuando mis bolas rebotaban en los cachetes de su culo se me puso a gritar que debieron de haberla oído en toda la casa. Era dolor y era placer, pero yo de verdad que la gocé. Le llené el culo con mi esperma. Deseó mamar mi polla y no me preocupó, pero me hubiera gustado saber quien le enseñó a hacerlo y me parecía cosa de Silvias porque la mamaba como el muchacho.

Era casi la madrugada cuando estábamos follando la cuarta vez. Fulvia es incansable, pero sacar y fabricar tanto semen es verdaderamente fatigoso. Quiso que la follara de pie y nos metimos junto a la pared, la cargué y estando mi polla dura y mirando al techo dejé caer a Fulvia encima de mi polla, encajando mi polla en su coño, porque me dijo:

— Cuando regresemos de Egipto quiero venir preñada, necesito demostrar que me me amas.

— No tienes necesidad de demostrar nada, sabes que te amo y formas parte de mi vida.

— Sé que, aunque viaje contigo, como quiera que tendré muchas jaquecas, te pediré que folles con los muchachos, mientras yo miraré para deleitarme.

— ¿Qué muchachos?

— Veiovis y Silvias. Les he dicho que han de venir con nosotros porque los vamos a necesitar, han adivinado todo y están contentos de acompañarme.

— No quería decirles que vinieran por no imponerme, pero mi querida hermana sabe mucho…

— Pensaba que aquí no harían tanto como allí ayudándote y que tenerlos en nuestra cama haría que disfrutáramos los cuatro.

— Me parece estupendo, pero van a trabajar mucho, porque la lista que me ha dado el tirano de Numerius es tremendamente grande.

— Pero somos cuatro para resolver todo según nuestra necesidad.

— Estoy de suerte; atiende esto, aprovecho lo que dices para reflexionar en voz alta contigo unos asuntos que rondan por mi cabeza: hemos conseguido en la Villa dejar de lado ciertas diferencias entre unos y otros, el esclavo ya no se siente como tal, el liberto no se considera superior a los demás y el libre no se reconoce como dueño de la vida de los otros. Pero hay dos cosas que me preocupan, la mujer y los niños. La mujer tiene que ser alguien en su casa, no solo un depósito para desechar el semen. El sexo ha de ser amor o diversión, no un mero polvo para sacarse de encima la ponzoña humana. La mujer tiene que tener idéntica o la misma responsabilidad que el varón en las mismas o distintas actividades y por tanto su campo de acción es necesario ampliarlo. La mujer debe poder realizar tareas comerciales, educativas, y aunque por ahora muy difícil, políticas abiertamente, no debe quedar como ahora que se limita a pretender influir en su esposo para conseguir algo y no siempre bueno, pero no se pueden responsabilizar porque, por mucho que influya por bajo mano, la responsabilidad es del hombre. No sé como hacerlo y me gustaría dejar este asunto en tus manos para que lo pienses bien y veamos cómo se puede manejar.

— Tienes un ejemplo en la Villa con Nuceria. Nunca pretende influir, pero se le hace caso y lleva la administración de la Villa con satisfacción general. Cuenta con ella para este plan, pero toda Roma se nos echaría encima nuestro si pretendiéramos plasmarlo política y filosóficamente.

— El otro tema se refiere a los niños y su educación intelectual. Tampoco sé cómo plantearla. Hago que todos aprendan a leer y escribir, pero me parece insuficiente.

— Por algo se ha de empezar, hermano. No olvides que Delvyn tiene un sensus puerorum inequívoco. No te rindas. Continuemos pensando. Ahora, Aulus, Disfrutemos en Egipto de nuestras ilusiones y de nuestro pensamiento.

Mucho me alegraron las palabras de mi hermana, porque noté que había pasado de un modo arcaico de pensar a otro nuevo, había aceptado el nuevo mundo que todos esperábamos al acabar el Impero con Nerón. Muchos éramos los que deseábamos la implantación de una Res Publica fuerte, no en un hombre sino en un gran pueblo. Mis hermanos y amigos habían visto el beneficio que nos reportaban las ideas que yo les formulaba, ellos me las copiaron como yo copié de los estoicos con el objetivo de alcanzar la felicidad. No pertenecí y no pertenezco a ninguna asociación o sociedad filosófica, pero mi espíritu corría por los aires de los estoicos